Capítulo 11: ¿Qué es mi vida?

- ¿Pero estás loco? Si te llega a ver la policía irás a la cárcel, ¿no te das cuenta, hermano?
- Ya nada importa. Nuestra vida no tiene sentido.
- Sí que tiene.
- ¿El qué?
- Pues... -hice una pequeña pausa, intentando pensar en algo-. No sé, pero no es razón para irte así. Y si tú decides irte sin saber a dónde, yo lo haré contigo.
- Tú no te moverás de aquí. No quiero que te pase nada malo. Tú aprecias tu vida, algo que yo no.
- Te equivocas. La aprecias, pero no quieres darte cuenta.
- Ya todo da igual... me voy.
Se colocó la mochila sobre los hombros, las nubes indicaban que pronto llovería. Iba a decírselo, pero no serviría de nada, él seguiría su camino como si nada. ¿Qué piensa hacer ahora? ¿No se da cuenta de que este es el único lugar que conocemos para sobrevivir?
- Una mala decisión... -me dijo William.
- ¿Pero tú sabías todo esto?
- No. Él me decía todos los días que no te contase nada de que él estaba aquí... yo simplemente obedecía.
Me puse a ver las nubes, y sonó un trueno estremecedor. Unos puntitos diminutos dibujaron su silueta en el suelo, y pronto, empezó a llover fuertemente.
- Hermano... -dije.
- Tranquilo, seguramente estará bien. El agua no mata.
Quise dar media vuelta y entrar a la casa de nuevo, pero me pareció oír la voz de Layla gritando mi nombre.
- ¡William! ¿Lo has oído? ¿Has oído la voz?
- ¿De qué me hablas? No he oído nada.
Nuevamente escuché el mismo grito.
- ¡Otra vez! ¿De veras que no escuchas nada?
- De verdad.
Entré a la casa. Estaba demasiado desesperado por mi vida, ya incluso escuchaba voces de Layla imaginarias.
Yo seguía escuchando las voces en mi cabeza, pero no les hice caso. Eran de mentira.
Entonces empecé a llorar.
- ¿Por qué tengo tan mala suerte? ¿Por qué tiene que pasarme todo esto a mi? ¿Qué es mi vida?
- Tu vida es un laberinto, como todas.
- Es como si estuviese perdido en... en un lugar sin nada. Y no hubiese marcha atrás.
- Sí, como perdido en una niebla espesa en la que no puedes ver lo que vendrá próximamente.
Me acomodé en la cama. Hoy no quería vivir nada más, y me dispuse a dormir.
- Bien, hoy trabajaré yo en las cosechas. No creo que puedas trabajar hoy por tu estado de ánimo.
Se alejó de la habitación.
Tras unos minutos sin pensar en nada escuchando la lluvia, decidí irme también. No podía dejar a Rolly solo.
Escribí una nota a William:
William, muchas gracias por darme un lugar donde vivir todos estos días. Me voy en busca de mi hermano, y posiblemente luego vaya a la ciudad, con cuidado de que no me pillen los policías.
Ya te visitaré diciendo cómo ha ido todo.
Con esto, me fui por la ventana. Corrí hacia la dirección por donde había ido Rolly, esperando encontrarle sentado en algún lugar.
Después de poco tiempo, vi su cuerpo en un árbol. Estaba allí.
Corrí desesperadamente, con las gotas de lluvia cayéndoseme por todo el rostro.
Los ojos se me enrojecieron, tenía mucho aprecio hacia él, y si algo le pasaba a él, yo no sabría soportarlo.
Cuando apenas estaba a cinco pasos frente a él, no avancé más. Me puse de rodillas, gritando y llorando. Estaba sentado en el árbol, con un cuchillo clavado en el pecho.
Lloré, era lo único que podía hacer en ese momento.
Avancé hacia él, y le observé durante mucho tiempo, llorando sin poder parar.
Me senté en el lado opuesto a él, y esperé a calmarme un poco.
A pesar de que tardé mucho, conseguí ralentizar el paso de mis lágrimas.
¿Que debería hacer ahora...? Apenas pensé tres segundos y me vino una idea a la cabeza. Llamaría a la policía con el teléfono de la mochila de Rolly, y les contaría toda la verdad de los robos. Así se me quitaría la culpa, y el asunto estaría solucionado.

Así fue, llegaron los policías y la ambulancia, les conté todo lo que ocurrió en verdad, y pasadas unas horas me dijeron que era libre de cárcel.
Me alegré, pero por la muerte de mi hermano, no pude mucho.
De repente escuché la voz de Layla, esta vez estaba seguro de que era ella.
- ¡Zomel! ¡Zomel! ¡Espérame!
Di media vuelta y la vi. Era ella.
Empezó a llorar y me dio un fuerte abrazo.
- Me he enterado de todo... Lo siento muchísimo...
- No... no pasa nada. Llevo unos días... en los que ni merece la pena vivir.
- He vuelto por ti... Zomel... yo... quería decirte que si querrías...
- ¿Si?
- Que si querrías... -se puso sonrojada-. ¡Salir conmigo!
El corazón me iba a cien. ¡Claro que quería salir con ella! No me lo pensé dos veces antes de contestar.
- ¡Claro! -sonreí.
Ella me devolvió una sonrisa... y nos besamos.

Después de unos minutos fuimos Layla y yo a casa de William para contarle todo.
William se alegró por mi, pero también se entristeció por lo sucedido con Rolly.
Ahora mi vida sí que tenía sentido.

FIN

Capítulo 10: Sin misterios

Me desperté más tarde de lo normal. El cielo estaba nublado, y el sol apenas entraba por la ventana.
Entonces di media vuelta y me llevé una gran sorpresa: Rolly estaba con William en el salón, hablando de algún asunto.
¿Qué debía hacer? ¿Quedarme ahí, escuchando, o decirle a Rolly que por qué quería evitarme? Realmente quería optar por la segunda opción, pero no tenía suficiente valentía hasta que, sin pensarlo, y cerrando los ojos, entré en el salón. William y Rolly se llevaron un gran susto y me miraron perplejos, sin saber qué decir.
- Bien, ya va siendo hora de que me expliquéis qué ocurre aquí. ¿Se puede saber por qué hay tanto secreto entre Rolly y tú?
- Bueno... -William miró hacia abajo-. Eso deberás preguntárselo a él -desvió su mirada hacia Rolly.
- Soy un fracasado... Eso es lo que pasa. ¿Quieres saber quién soy, Zomel?
- Sí, quiero saberlo.
- Muy bien. Soy tu hermano gemelo.
No sabía qué decir. Mi cuerpo estaba paralizado al oír sus palabras. Rolly se quitó un bigote postizo, una peluca, y las gafas. ¡Era idéntico a mi! ¡Era mi hermano gemelo!
- De pequeño nos quedamos sin padres, y tú tuviste la suerte de tener una familia rica que te acogiera, que más tarde te abandonó, pero dándote algo de dinero para poder seguir adelante. Yo no tuve esa suerte... y nadie me quiso acoger.
- Pero yo no recuerdo nada de eso.
- Te borraron la memoria. No querían que sufrieras recordando tu infancia tan lastimante.
No tenía palabras... No me esperaba nada parecido...
- Dadas mis circunstancias, no tenía otro remedio que ir robando por el pueblo. Por equivocación, te acusaron a ti de mis robos, y por mi culpa, estabas siendo perseguido por policías. ¿Recuerdas cuando apareciste aquí al despertar? Yo te llevé a este lugar, porque sabía que William iba a darte una buena vida, o haría lo máximo por mantenerte. ¿Cómo te sientes ahora que sabes toda la verdad?
- No... no sé... nunca... nunca he estado en esta situación...
- ¿Ves? Por eso no quería contártelo. Si hubieses sabido que tu infancia había sido así desde el principio, tendrías menos días en los que disfrutar siendo libre. Ahora siempre te perseguirá el dolor de tener la vida que has tenido.
- Ya que está todo solucionado, ¿qué vais a hacer?
- Yo tengo una cosa muy clara... Irme de aquí -Rolly cogió sus cosas y se alejó de la casa.
- ¿Y qué vas a hacer? -pregunté.
- No tengo ni idea. Que el destino elija por mi.

Continuará...

Capítulo 9: Rolly Markwin

Me tumbé en la cama y me puse de lado, observando tras la ventana las estrellas.
De repente, escuché que alguien entraba. Y no era William.
Me quedé en silencio, intentando oír algo más.
- Hola William -dijo una voz que desconocía.
- Hola Ry, ¿qué tal hoy? -contestó William.
- Bastante bien, pero he visto venir dos policías. Intenté detenerlos pero no fue posible. Veo que habéis podido con ellos.
- Sí, pero por poco capturan a... ¿cómo se llamaba? Bueno, no importa. Al chico ese nuevo.
- Ah, pues me alegro de que no haya pasado nada -hubo un breve silencio-. Ah, y una cosa... No me llames más Ry, haz el favor de llamarme Rolly.
- Bueno, así parece que tenemos más confianza y será más fácil imitar que somos familia, ¿no?
- Bueno, si tú lo dices...
Me quedé perplejo. Así que Rolly es el chico que veía siempre, un chico adoptivo que lo mantiene en vida William en secreto.
- Espero que no hayas dicho nada al chico ese de mi existencia, ¿verdad?
- No, no le he dicho nada. No sabe que hay alguien más aquí. Pero... ¿por qué quieres ocultarlo?
- Si te lo dijese me darías una patada para irme de tu casa, te lo aseguro.
- Te lo digo muy seriamente. No sé nada de ti, como hagas algo a ese chico o a mi granja, la vas a pagar cara.
- Tranquilo hombre, no voy a hacer nada, en serio.
- Eso espero... Bueno, pues aquí tienes la comida para mañana y para cenar.
- De acuerdo, nos vemos mañana.
Ya lo comprendo todo. Rolly es el chico que vi todos esos días, escondiéndose de mi. Por alguna razón no quiere que me entere de su existencia, pero... aparenta tener mi misma edad, ¿por qué? Quizás seríamos buenos amigos.
Mañana por la noche le seguiré y hablaré con él. No me vendrá mal tener alguien con quien pasar el rato riendo y jugando.

Continuará...

Capítulo 8: La huida

Desperté por el sonido de los pájaros. El sol apenas penetraba por la ventana, y con dificultad pude ver dónde pisar para no caer, ya que el suelo estaba bastante desordenado.
Pero... ¿cómo iba a estar desordenado si lo limpié ayer? ¿Habrá sido William?
- William -dije, mientras avanzaba hacia el comedor.
- Dime.
- ¿Has sido tú quien has desordenado de nuevo mi habitación?
- No.
- ¿Entonces... Quién ha sido?
- ¿Quién? Ah, que me he equivocado. He sido yo, buscando una cosa por ahí...
- Claro, claro...
- Venga, siéntate, que ya está preparado el desayuno.
Obedecí, y educadamente me senté en la silla, mientras me colocaba correctamente los cubiertos.
Terminé de comer y empecé el trabajo de los cultivos.
Fue entonces cuando, ya fuera de la casa, escuché los pasos de alguien. Esta vez no eran de una sola persona, si no de más. ¿Quizás de tres?
Los pasos se oían cada vez más cerca. Yo miraba incontroladamente hacia todos los lados, hasta que me pareció ver esconderse una persona tras un árbol.
Con mucho miedo, anduve hacia el árbol, y sin pensarlo dos veces, dije:
- ¿Quiénes sois?
Aparecieron de detrás del árbol dos policías, que corrieron nada más salir hacia mi.
Yo corrí, intentando escapar de ellos, pero por más que intenté escapar, lograron capturarme.
- ¡William! ¡¡Socorro!! ¡Ayúdame!
- ¡Calla! ¡Ven con nosotros!
- ¡No he hecho nada! ¡Soy inocente de los robos!
- Eso lo dicen todos.
William salió a causa del escándalo, y al ver tal escena, corrió hacia los policías y, sin que fuese visto por ellos, les pegó una patada en la espalda. Los policías cayeron, y antes de que pudiesen levantarse, le di con un palo en la cabeza a cada uno, y quedaron inconscientes.
- No te manejas nada mal, ¿eh? -me dijo William.
Yo sonreí.
- Ha faltado poco.
- Sí. De no ser por tí estaría ya en la cárcel.
- Ya sabes, la persona que viste era la policía.
- Sí... Perdona por dudar de ti.
- No pasa nada. Descansa un poco, hoy tendrás menos trabajo.
Yo sonreí y le di las gracias.
Al parecer, el chico que vi era un policía, pero... no sé... Hay algo en todo esto que no cuadra...

Continuará...

Capítulo 7: Una larga espera

La luna resplandecía aquella noche. Miraba tras la vieja ventana las estrellas, intentando imaginarme una constelación.
Pasé la noche pensando, si realmente mi vida tenía sentido. Llegué a la conclusión. Quizás haya personas con situaciones más extrañas que la mía, pero, desde luego... la mía será una de las más inusuales.
Tras la ventana vi una sombra negra. El reflejo de la luna en su cuerpo me dio llegar a pensar en la persona que vi antes en el huerto corriendo.
Rolly Markwin... William Clarks... ¿Y si Rolly es el chico adoptado? ¿Y si William realmente no es el padre adoptivo? ¿Y si...?
No, a ver... espera... Todo está en orden. Deduzcamos... Si William Clarks tiene un hijo adoptivo, y un chico misteriosamente aparece y desaparece por los huertos... lo más probable es que Rolly Markwin, ¡sea el hijo adoptivo de William!
- ¡Claro! ¡Entonces Rolly es el chico que vi pasar!
Chillé demasiado. Ahora oía cómo se acercaba William. Debía haberme oído.
- Rolly, ¿no? ¿Me puedes decir quién es ese?
- ¿Rolly? ¿Qué Rolly? -mi corazón iba a cien.
- Acabas de gritar su nombre.
- Pero... Si yo... Si yo no sé nada.
- Deja de mentir. Sé que lo sabes todo. Además, ¡mi tractor no lleva mi nombre!
- Vale, entonces... eres William, y sabes quién es Rolly, ¿verdad?
- Puede.
- ¿Cómo que puede?
- ¡No me hables del asunto! Vete a dormir ahora mismo, si no quieres que te haga trabajar unas horas extra por la noche.
- No, no.
Me tumbé en la vieja cama que había, algo cómoda, pero solo mínimamente.
Realmente Rolly tiene que ver con todo esto. Pero... ¿qué relación mantiene con William? ¿Por qué me lo tiene escondido?

Continuará...

Capítulo 6: El rostro anónimo

Hay veces en las que puedes pensar en una persona al ver su cuerpo de lejos, pero ésta vez no era así.
No conocía nadie cuyos rasgos me hicieran recordar a alguien. Pero, ¿qué más daba? Solamente sería una persona que había venido a... robar cultivos, o algo.
Realmente, sí que había algo que me traía la atención, pero por más que le seguía el rastro, no lograba saber a quién me recordaba.
Dejé en paz todo el asunto, y volví a la casa. A mi nueva casa. Cuando volví, el señor que vivía allí, cuyo nombre aún no sabía, estaba en la cocina, preparando algunos fideos. Pero... ¿fideos? ¿No se supone que cocina sus productos cosechados? Supongo que como no tiene suficientes, no tiene otro remedio que comprar algo. Al menos, eso pienso.
Llegué al dormitorio. Estaba bastante desordenado y había bastante polvo en las esquinas. Decidí hecharle una mano al dueño y limpié un poco aquello.
Con una escoba y un poco de impetú logré terminar de limpiar todo un poco.
Fue entonces cuando vi algo... extraño. En el suelo, bajo la cama, había un informe. Un informe de adopción. Era un tal "Rolly Markwin Thuns" el niño que ponía que se había acogido, a nombre de "William Clarks".
William Clarks, entonces, era el nombre del dueño.
El otro nombre no me sonaba para nada, pero tenía mis mismos apellidos. ¿Qué podría significar eso? ¿Casualidad? No creía que fuese simplemente casualidad. ¿Y si ese niño adoptado es mi... hermano?
Fui a hablar con William, con algo de cuidado, sin soltar alguna palabra que no debía:
- Eh... William...
- ¿William? ¿Cómo sabes mi nombre?
- Pues... lo vi en el tractor que hay, en las llaves. Ponía William.
- Entiendo. En fin, ¿qué querías?
- ¿Tú has tenido esposa? ¿Tienes hijos? ¿Te gustaría adoptar alguno?
- Vamos a ver. Una a una, no me agobies. Nunca he tenido esposa, y sí, me gustaría adoptar a algún niño. De hecho... -abrió los ojos, y se calló, como si no pudiese decir nada más.
- De hecho, ¿qué?
- De hecho... de hecho, estoy pensando adoptar uno. Sí -dijo, algo nervioso.
- Bueno, pues... de acuerdo.
- ¿Y tú para qué quieres saber todo esto?
- Solamente por curiosidad.
- Ok, vuelve al trabajo.
Anque pretendía dejar de trabajar ya, parecía que no iba a poder parar para descansar.
Ahora sé que William tiene adoptado a alguien pero... ¿dónde está, y quién es?

Continuará...

Capítulo 5: ¿Este soy yo?

Desperté al alba, a causa de los silvidos de los pájaros.
Alcé al vista hacia mi alrededor, y me di cuenta, entonces, de que estaba en mitad de un campo, rodeado de viñas por un lado, y de girasoles por otro. ¿Cómo había acabado allí?
Intenté mirar más allá de todos los cultivos que estaban a mi alrededor, pero lo único que logré divisar fue una casira, la cual tenía un molino a un lado.
Me acerqué a ella, con esperanzas de que dentro hubiese alguien tan amable como para darme algo de comer.
Escuché el sonido de cubiertos y platos, sin duda alguien vivía ahí, y estaba preparando la mesa. Era un buen momento para pedirle quedarme a comer.
Llamé a la puerta, y entré.
- Hola...
- Buenos días. ¿Quién eres? -puso cara de interés-. No suelo recibir visitas... ¿a qué se debe tu llegada a este lugar?
- Me han acusado de robos que no he hecho, y no tengo otra opción que huir de la policía. Entonces...
- No hace falta que me digas nada. Puedes quedarte a comer. Es más, puedes quedarte a vivir aquí si te apetece.
- ¿De veras?
- Sí. Estoy bastante solo, y me vendrá bien algo de compañía. Claro que, a cambio, me gustaría que trabajases algo en los cultivos, ya que el clima no es muy favorable y apenas tengo para comer yo.
- Con mucho gusto.
- Adelante, siéntate. Ponte cómodo.

Cuando terminamos de comer, me puse a trabajar en el campo, pero me pareció ver una persona correr por los cultivos. ¿Sería alguien importante?

Continuará...

Capítulo 4: Recordándote...

Se hacía tarde. Hoy no podía hacer nada más.
Andando, bajo la luz de la luna, veía a las personas pasar tras de mí, con una alegre mueca en su rostro. Yo, con la cabeza cabizbaja, cerré los ojos.
No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Ni tampoco me explicaba qué podía ser la solución a aquellas fotografías.
Un suspiro del cielo llegó a mi cara, y yo, intentando dejarme de aquellos pensamientos depresivos, sentí aquella brisa de invierno, en la cual mi vida... iba a terminar.
No tenía ninguna posibilidad de salir vivo de esta situación.
Me acordé de ella. De Layla. Aquella que sacrificaba cada parte de su cuerpo por hacerme feliz. Por no tener miedo al futuro.
Maldita sea el día en el que nos separamos.
Sus ojos, su mirada, su pelo... todo tan perfecto... Pero su corazón era lo más bonito que tenía. Un corazón de cristal, el cual yo lo guardaba como un tesoro. Ahora, ese tesoro se ha ido desvaneciendo de mi mente poco a poco, hasta que...
Me pareció ver la cara de ella. Se alejaba hacia una tienda. Con los ojos abiertos, intenté seguirla, y la espié.
Sin duda era ella.
Intenté saludarle, pero de repente miró el reloj y se puso a corer.
Llegó a una estación de tren, y yo... vi cómo entraba a él.
Cuando iba a poner rumbo a un nuevo lugar, me vio tras el cristal. Yo le dije adiós, con lágrimas en los ojos, aquellas lágrimas que ella nunca quiso ver. Ella me vió... y alargó su mano por la ventana, intentando tocarme. Yo corrí y corrí, pero el recorrido para peatones se terminó... y vi como se alejaba de mí...
Se había ido Layla... y yo, no tenía nadie con quien ir ahora.

Mi estómago rugió nuevamente, y sin tener esperanzas de sobrevivir mucho tiempo más... empecé a dormir, escuchando en mi mente, la voz de Layla.

Continuará...

Capítulo 3: Cero, mi número favorito

Bien, ahora toca lo difícil... ¡escapar! Vamos a ver, vamos a ver... ¿tengo todo lo necesario para sobrevivir?
No.
Vale, empezamos mal. Quizás haya más suerte la próxima vez.
Menuda suerte la mía, ¿y ahora qué se supone que voy a hacer? Ya sé. Iré a donde van los giris a visitar cosas, y me meto por ahí y les pido algo de dinero. A ver qué tal voy de inglés...
"Jelou, ¿guat yu neim? Mi naim ... was... me..."
Vale, lo de escritura lo dejamos descartado, y lo de hablar... también.
¡Esto es un horror! Venga, voy a ponerme serio...

Entonces escuché... ¡la sirena de la policía!
Corrí como nunca, ¡¡como nunca!! Parecía que tenía alas. Lo raro es que me conseguí meter en un cubo de la basura, y... los despité.
- ¡Libre! -grité, suspirando y, a la vez, oliendo mi nuevo... perfume.
Seré libre de los policías, pero de la peste no hay quien me salve.
Misión namber guan: (número uno) conseguir darme una ducha.
Parecía uno de aquellos detectives de las películas. Tenía una idea: entraría a un polideportivo y me colaría en los baños para ducharme. ¡Nadie se daría cuenta!
Andando por las calles más deshabitadas, llegué al polideportivo. Ahora tenía que hacer lo que peor se me daba en el mundo: mentir.
- Hola, sí. Claro, hola. Eso se dice, ¿no? Bienvenidos. No, eso me lo dices tú a mi. Claro. Si.
Me di cuenta de que la estaba cagando progresivamente.
- Ah, disculpe, es mi primera vez en este polideportivo y bueno... Pues eso, a lo que iba... que hola.
- Bienvenido... ¿qué desea?
- Pues, ir a los baños.
- ¿Qué? Perdone, los baños son solamente para socios.
- ¡Ah, he dicho baños! Qué mal estoy... Si de verdad, las personas tan viejas como yo...
Me temía de lo peor. ¡Ya sabía yo que esto no podía terminar bien!
- Bueno, venga, que no tengo todo el día.
- Pues... eso, que me gustaría... formar parte del club este.
- De acuerdo, cuando haya plazas le aviso. ¿Me da un teléfono de contacto?
- ¿Cuando haya plaza? Yo quiero ya.
- Señor, ¿está bien?
- Ah, si, perfectamente. A lo que iba... pues eso, que vengo a recoger a mi niño de la natación.
- ¿Pero no venías a inscribirte en el club?
- No, no, es que si se tarda tanto pues... mejor no. Bueno que entro a por mi niño, ¿vale?
- De acuerdo...
No podía ver lo que había hecho: ¡misión cumplida! Había mentido perfectamente (bueno, realmente eso hay que dudarlo...)
Me dirigí a los baños, y ¡a ducharme! Cuando terminé y pasé por el lugar de donde había venido...
- Señor, ¿y su niño?
- Ah, pues fíjese que he llegado antes de la hora que es. Así que me voy y... ya vendrá otro de la familia a recogerlo. ¿Vale? Adiós, adiós...
- Adiós...

Vale, ya no olía peste, pero mi barriga necesitaba comida. Era el momento de la misión 2: Coger comida.

Capítulo 2: Encerrado

El sonido de la sirena me ponía más nervioso de lo que estaba. No podía más.
Pasado un período no muy largo de tiempo, llegamos a comisaría. Una comisaría algo vieja.
- ¿Es usted el de la fotografía?
- Estoy seguro de que no.
- Supongo que así no llegamos a ningún lado. Irá a un juez.
- Estoy de acuerdo. ¿Cuándo?
- Mañana mismo. A las cinco de la tarde. Procure no faltar.
- No faltaré.

Los primeros rayos de sol penetraron tras los cristales de mi ventana, los cuales incidieron en mis ojos, provocando que me despertase de forma incómoda.
Miré el reloj, no podía vivir sin él. Era como mi sombra. Aún quedaba tiempo suficiente para poder prepararme, y llegar al juzgado.
Desayuné, me duché, me vestí, comí y me aseé.
Ya eran las cuatro. Cogí el coche y, con precaución, fui hacia el juzgado, cuya dirección me la habían anotado ayer en un papel, con una caligrafía un tanto ilegible.

Llegué, y me ajusté bien la corbata. Debía dar un buen aspecto.
Di mis primeros pasos hacia la sala de mi juzgado, y me coloqué en el sitio correspondiente.

Acabado el acto, me habían declarado culpable. Iban a encarcelarme.
Aunque intenté defenderme con mis propias palabras, no lo conseguí. ¡Pero yo era incocente! Siendo así, la fotografía no tenía sentido. Todo esto era muy extraño.
Cuando venía el policía, me opuse cuanto pude, pero no iba a conseguir nada así. Tarde o temprano iban a encarcelarme por algo que no había hecho.
Sin pensarlo dos veces, heché a correr. Intentando escapar de la policía.
Corrí como nunca, no notaba las piernas en aquel momento. Seguí y seguí... hasta que los perdí de vista.
Había escapado.

Pero ahora... ¿qué hago? No puedo vivir en mi casa. Todos me estarán buscando.
He de pensar un plan.

Continuará...

Capítulo 1: Desesperado

Recién cumplía veinticinco años.
Realmente no logro acordarme del día en que nací. Todo es muy distinto a antes... Porque estaban mis padres.
Suspiré, dejando atrás pensamientos tristes, los cuales solo hacían empeorar mi situación, y me senté en el patio de mi casa.
Observé la luna llena. Aún le faltaba algo para ser tan resplandeciente como aquella chica... como ella.
Cerré los ojos intentando recordar con detalle su rostro: sus ojos verdes, su pelo rubio...
Aunque lograba recordar parte de su aspecto físico, me costaba memorizar a la perfección como era. Como era Layla.
Sonó algo dentro de mi casa. Era el microondas, ya debería estar la cena bien caliente. Comí lo antes posible.

Tomé postura adecuada, y comencé a soñar. Soñé con Layla, la chica a la que más amaba.
Ojalá algún día vuelva a ver sus ojos, su pelo, su sonrisa... Pero todo sería pura coincidencia. El destino nos separó, y volver a verla sería un milagro.
Me reanimé escuchando un poco de música y, con los auriculares colocados en mis oídos, emprendí el viaje al mundo de los sueños.
El sonido de una sirena me despertó. Era la sirena de la policía. ¿Qué habría pasado? Luces azules y rojas se veían tras mi ventana, la policía estaba aquí.
- ¡Deténgase! ¡Salga con las manos arriba! -gritó uno de los policías.
Me asomé cuidadosamente a la ventana, apartando un poco la cortina, para poder divisar con mejor claridad lo que ocurría. La policía estaba frente a mi casa.
- Usted, salga inmediatamente si no quiere tener serios problemas.
Obedecí. No tenía mucho miedo. No había hecho nada, así que, pasase lo que pasase, no me ocurriría nada malo. Al menos, eso esperaba...
Con las manos arriba, salí de mi casa, algo confuso por la situación.
- ¿Qué ocurre? -pregunté, mirando al policía que tenía una pistola en la mano.
- Está detenido. Acompáñeme a comisaría. Tres delitos ya no son perdonados.
- ¿Delitos? ¿Yo? Perdone, esto debe ser una confusión.
- No. Usted me acompañará a comisaría ahora mismo.
- Repito que yo no he cometido ningún delito.
- ¿Está seguro?
- ¿No debería estarlo? ¡Por supuesto que estoy seguro! ¡Yo no cometería ningún delito!
- Entonces justifíqueme las siguientes fotografías.
En las fotografáis salía alguien robando tiendas. Espera, ese alguien.... No, imposible, no podía ser yo... Pero sí. Lo era.
Me quedé pálido al ver aquello. Se veía de perfil, pero todo indicaba que era yo, pero, por otro lado, yo no había cometido semejante robo, ni más grande, ni más pequeño.
- Se habrán confundido de persona. Yo no soy ese tipo.
- Como siga resistiéndose, tendrá graves problemas. Repito nuevamente, acompáñeme a comisaría.
Entré al coche de policía, asustado, esperando salir libre de aquella situación.

Continuará...