- ¿Pero estás loco? Si te llega a ver la policía irás a la cárcel, ¿no te das cuenta, hermano?
- Ya nada importa. Nuestra vida no tiene sentido.
- Sí que tiene.
- ¿El qué?
- Pues... -hice una pequeña pausa, intentando pensar en algo-. No sé, pero no es razón para irte así. Y si tú decides irte sin saber a dónde, yo lo haré contigo.
- Tú no te moverás de aquí. No quiero que te pase nada malo. Tú aprecias tu vida, algo que yo no.
- Te equivocas. La aprecias, pero no quieres darte cuenta.
- Ya todo da igual... me voy.
Se colocó la mochila sobre los hombros, las nubes indicaban que pronto llovería. Iba a decírselo, pero no serviría de nada, él seguiría su camino como si nada. ¿Qué piensa hacer ahora? ¿No se da cuenta de que este es el único lugar que conocemos para sobrevivir?
- Una mala decisión... -me dijo William.
- ¿Pero tú sabías todo esto?
- No. Él me decía todos los días que no te contase nada de que él estaba aquí... yo simplemente obedecía.
Me puse a ver las nubes, y sonó un trueno estremecedor. Unos puntitos diminutos dibujaron su silueta en el suelo, y pronto, empezó a llover fuertemente.
- Hermano... -dije.
- Tranquilo, seguramente estará bien. El agua no mata.
Quise dar media vuelta y entrar a la casa de nuevo, pero me pareció oír la voz de Layla gritando mi nombre.
- ¡William! ¿Lo has oído? ¿Has oído la voz?
- ¿De qué me hablas? No he oído nada.
Nuevamente escuché el mismo grito.
- ¡Otra vez! ¿De veras que no escuchas nada?
- De verdad.
Entré a la casa. Estaba demasiado desesperado por mi vida, ya incluso escuchaba voces de Layla imaginarias.
Yo seguía escuchando las voces en mi cabeza, pero no les hice caso. Eran de mentira.
Entonces empecé a llorar.
- ¿Por qué tengo tan mala suerte? ¿Por qué tiene que pasarme todo esto a mi? ¿Qué es mi vida?
- Tu vida es un laberinto, como todas.
- Es como si estuviese perdido en... en un lugar sin nada. Y no hubiese marcha atrás.
- Sí, como perdido en una niebla espesa en la que no puedes ver lo que vendrá próximamente.
Me acomodé en la cama. Hoy no quería vivir nada más, y me dispuse a dormir.
- Bien, hoy trabajaré yo en las cosechas. No creo que puedas trabajar hoy por tu estado de ánimo.
Se alejó de la habitación.
Tras unos minutos sin pensar en nada escuchando la lluvia, decidí irme también. No podía dejar a Rolly solo.
Escribí una nota a William:
William, muchas gracias por darme un lugar donde vivir todos estos días. Me voy en busca de mi hermano, y posiblemente luego vaya a la ciudad, con cuidado de que no me pillen los policías.
Ya te visitaré diciendo cómo ha ido todo.
Con esto, me fui por la ventana. Corrí hacia la dirección por donde había ido Rolly, esperando encontrarle sentado en algún lugar.
Después de poco tiempo, vi su cuerpo en un árbol. Estaba allí.
Corrí desesperadamente, con las gotas de lluvia cayéndoseme por todo el rostro.
Los ojos se me enrojecieron, tenía mucho aprecio hacia él, y si algo le pasaba a él, yo no sabría soportarlo.
Cuando apenas estaba a cinco pasos frente a él, no avancé más. Me puse de rodillas, gritando y llorando. Estaba sentado en el árbol, con un cuchillo clavado en el pecho.
Lloré, era lo único que podía hacer en ese momento.
Avancé hacia él, y le observé durante mucho tiempo, llorando sin poder parar.
Me senté en el lado opuesto a él, y esperé a calmarme un poco.
A pesar de que tardé mucho, conseguí ralentizar el paso de mis lágrimas.
¿Que debería hacer ahora...? Apenas pensé tres segundos y me vino una idea a la cabeza. Llamaría a la policía con el teléfono de la mochila de Rolly, y les contaría toda la verdad de los robos. Así se me quitaría la culpa, y el asunto estaría solucionado.
Así fue, llegaron los policías y la ambulancia, les conté todo lo que ocurrió en verdad, y pasadas unas horas me dijeron que era libre de cárcel.
Me alegré, pero por la muerte de mi hermano, no pude mucho.
De repente escuché la voz de Layla, esta vez estaba seguro de que era ella.
- ¡Zomel! ¡Zomel! ¡Espérame!
Di media vuelta y la vi. Era ella.
Empezó a llorar y me dio un fuerte abrazo.
- Me he enterado de todo... Lo siento muchísimo...
- No... no pasa nada. Llevo unos días... en los que ni merece la pena vivir.
- He vuelto por ti... Zomel... yo... quería decirte que si querrías...
- ¿Si?
- Que si querrías... -se puso sonrojada-. ¡Salir conmigo!
El corazón me iba a cien. ¡Claro que quería salir con ella! No me lo pensé dos veces antes de contestar.
- ¡Claro! -sonreí.
Ella me devolvió una sonrisa... y nos besamos.
Después de unos minutos fuimos Layla y yo a casa de William para contarle todo.
William se alegró por mi, pero también se entristeció por lo sucedido con Rolly.
Ahora mi vida sí que tenía sentido.
FIN