Capítulo 2: Encerrado

El sonido de la sirena me ponía más nervioso de lo que estaba. No podía más.
Pasado un período no muy largo de tiempo, llegamos a comisaría. Una comisaría algo vieja.
- ¿Es usted el de la fotografía?
- Estoy seguro de que no.
- Supongo que así no llegamos a ningún lado. Irá a un juez.
- Estoy de acuerdo. ¿Cuándo?
- Mañana mismo. A las cinco de la tarde. Procure no faltar.
- No faltaré.

Los primeros rayos de sol penetraron tras los cristales de mi ventana, los cuales incidieron en mis ojos, provocando que me despertase de forma incómoda.
Miré el reloj, no podía vivir sin él. Era como mi sombra. Aún quedaba tiempo suficiente para poder prepararme, y llegar al juzgado.
Desayuné, me duché, me vestí, comí y me aseé.
Ya eran las cuatro. Cogí el coche y, con precaución, fui hacia el juzgado, cuya dirección me la habían anotado ayer en un papel, con una caligrafía un tanto ilegible.

Llegué, y me ajusté bien la corbata. Debía dar un buen aspecto.
Di mis primeros pasos hacia la sala de mi juzgado, y me coloqué en el sitio correspondiente.

Acabado el acto, me habían declarado culpable. Iban a encarcelarme.
Aunque intenté defenderme con mis propias palabras, no lo conseguí. ¡Pero yo era incocente! Siendo así, la fotografía no tenía sentido. Todo esto era muy extraño.
Cuando venía el policía, me opuse cuanto pude, pero no iba a conseguir nada así. Tarde o temprano iban a encarcelarme por algo que no había hecho.
Sin pensarlo dos veces, heché a correr. Intentando escapar de la policía.
Corrí como nunca, no notaba las piernas en aquel momento. Seguí y seguí... hasta que los perdí de vista.
Había escapado.

Pero ahora... ¿qué hago? No puedo vivir en mi casa. Todos me estarán buscando.
He de pensar un plan.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario