Desperté al alba, a causa de los silvidos de los pájaros.
Alcé al vista hacia mi alrededor, y me di cuenta, entonces, de que estaba en mitad de un campo, rodeado de viñas por un lado, y de girasoles por otro. ¿Cómo había acabado allí?
Intenté mirar más allá de todos los cultivos que estaban a mi alrededor, pero lo único que logré divisar fue una casira, la cual tenía un molino a un lado.
Me acerqué a ella, con esperanzas de que dentro hubiese alguien tan amable como para darme algo de comer.
Escuché el sonido de cubiertos y platos, sin duda alguien vivía ahí, y estaba preparando la mesa. Era un buen momento para pedirle quedarme a comer.
Llamé a la puerta, y entré.
- Hola...
- Buenos días. ¿Quién eres? -puso cara de interés-. No suelo recibir visitas... ¿a qué se debe tu llegada a este lugar?
- Me han acusado de robos que no he hecho, y no tengo otra opción que huir de la policía. Entonces...
- No hace falta que me digas nada. Puedes quedarte a comer. Es más, puedes quedarte a vivir aquí si te apetece.
- ¿De veras?
- Sí. Estoy bastante solo, y me vendrá bien algo de compañía. Claro que, a cambio, me gustaría que trabajases algo en los cultivos, ya que el clima no es muy favorable y apenas tengo para comer yo.
- Con mucho gusto.
- Adelante, siéntate. Ponte cómodo.
Cuando terminamos de comer, me puse a trabajar en el campo, pero me pareció ver una persona correr por los cultivos. ¿Sería alguien importante?
Continuará...
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